El Síndrome de Piernas Inquietas

El Síndrome de Piernas Inquietas

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Escrito por: La redacción de Top Doctors
Editado por: TOP DOCTORS® el 06/05/2019

El Síndrome de Piernas Inquietas es un trastorno que afecta a entre un 5-10 % de la población y suele aparecer a partir de los cuarenta años. Su principal síntoma es la aparición de molestias en las piernas durante la inactividad, que sólo se calman con el movimiento. 

Suele provocar trastornos del sueño  ya que los síntomas empeoran durante las últimas horas de la tarde y por la noche. Su evolución es crónica y lentamente progresiva. Al principio, se manifiesta de forma esporádica, con discretas molestias que no interfieren de forma significativa con la vida de los sujetos que lo padecen. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la intensidad de síntomas es cada vez mayor y más frecuente, y no es raro que estos pacientes refieran importantes problemas para iniciar y mantener el sueño. Esto ocasiona somnolencia durante el día y también cuadros de ansiedad y depresión que empeoran la calidad de vida del paciente. 

piernas inquietas
El Síndrome de Piernas Inquietas puede provocar cuadros de ansiedad y depresión en el paciente
 

 

Detección y tratamiento

 

Si se sospecha de la presencia del síndrome deberá acudirse a un centro especializado con tal de ser evaluado. El SPI deberá ser identificado por el médico realizando un diagnóstico clínico. Se realizarán  pruebas de conducción nerviosa y también pruebas del sueño. También análisis de sangre, ya que se ha detectado que los pacientes sufren alteraciones en los niveles de hierro y ferritina. Además en aproximadamente un 20 % de los casos hay otras situaciones médicas que explican la aparición de síntomas y que deberán detectarse. 

El primer paso para tratar el SPI será corregir sus causas si se han identificado claramente, como el déficit de hierro. Para combatir el trastorno del sueño es importante mantener un horario de sueño regular, realizar ejercicio físico y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol. En casos graves debe plantearse el tratamiento con medicamentos. Los más utilizados son los agonistas dopaminérgicos, que se emplean  para tratar el Parkinson, y los antiepilépticos. 

 

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