¿Qué causa el trastorno dismórfico de la vigorexia?

¿Qué causa el trastorno dismórfico de la vigorexia?

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Escrito por: La redacción de Top Doctors
Editado por: TOP DOCTORS® el 08/06/2019

Con inusitada frecuencia los psiquiatras atendemos a pacientes que creen padecer tal o cual enfermedad (cáncer, infecciones, etc.) que en realidad no padecen. Son los llamados hipocondríacos. Unos están absolutamente convencidos, otros dudan respecto a la veracidad de su enfermedad y otros simplemente la temen, a sabiendas de que su temor es infundado. Aun así, son incapaces de dejar de pensar que quizás están enfermos.

Otro grupo de pacientes, menos comunes, se creen particularmente feos, repulsivos o deformes, cuando en realidad son enteramente normales. Se miran y remiran en el espejo y lo que ven cada vez les gusta menos.

 

Enfermos dismórficos, ¿quiénes son?

Los enfermos dismórficos se ven mal y, lo que todavía es peor, creen que los demás también les ven mal, tan mal que llaman su atención y no pueden evitar observarlos e incluso hacer comentarios furtivos sobre su lamentable aspecto exterior.

Obviamente, para no dejarse ver se sienten tentados a aislarse en su domicilio o, cuando salen de su casa, a utilizar una indumentaria que oculte sus defectos.

En algunos pacientes con trastorno dismórfico la preocupación se centra en la cara; es la parte del cuerpo que más nos hace únicos, a través de la cual nos reconocemos y nos comunicamos y la que habitualmente más miramos.

Los pacientes dismórficos a menudo ven su rostro exageradamente asimétrico, unos, o con narices desproporcionadas, otros. Algunos pacientes con trastorno dismórfico sienten que su piel no es normal, sino áspera, seca, excesivamente grasienta o poblada por granos. Otro grupo de pacientes dismórficos, varones y más comunes en países asiáticos, son los acomplejados por tener un pene demasiado pequeño.

Reviste una particular importancia el grupo de pacientes (sobre todo mujeres) que se ven anormalmente gordas; puede alterarse su esquema corporal global aunque, más a menudo, la alteración tiende a focalizarse en muslos y abdomen.

La gravedad de su situación, tal como ellos la perciben, es tal, que resolver su problema se transforma en una verdadera obsesión. Si su vida laboral, académica, familiar o social se resiente no es sólo porque la vergüenza les lleve a aislarse sino porque, cuando no se hunden en la depresión, concentran todas sus energías exclusivamente en la resolución del problema.

Obviamente, la forma de librar su particular batalla contra su defecto diferirá en cada caso en función de la imperfección. Unos peregrinan por las consultas de los cirujanos plásticos, buscando quien esté dispuesto a corregir su deformidad en el quirófano. Otros recurren a las cremas y potingues más diversos (con el riesgo de poder acabar auto infligiéndose un daño real). Los convencidos -pese a lo que diga la báscula- de ser obesos, mujeres en su mayoría, se embarcan en ayunos y dietas extremas así como en la hiperactividad física al objeto de adelgazar. La anorexia nerviosa es una enfermedad potencialmente letal.

hombre vigorexico

Enfermos dismórficos: la vigorexia

Una patología recientemente incorporada al repertorio de diagnósticos psiquiátricos es una variante del trastorno dismórfico en la que la deformidad percibida por el enfermo se refiere a su masa muscular. Los vigoréxicos se ven, y creen ser vistos, como anormalmente enclenques y debiluchos. Aspiran a tener más musculatura.

Los vigoréxicos comparten con las anorexias el rechazo al tejido graso (no quieren ser ni gordas ni fofos) pero, por lo demás, la vigorexia parece la imagen especular de la anorexia, justo lo contrario.

Los vigoréxicos libran su batalla por mejorar el aspecto físico en tres frentes:

  • El gimnasio. El vigoréxico compite consigo mismo frente al espejo, rodeado de pesas, poleas e ingeniosos aparatos, con los que, milímetro a milímetro, intenta acrecentar cada músculo. A diferencia de las anoréxicas, el ejercicio de los vigoréxicos no busca quemar calorías sino esculpir el cuerpo.
  • Fármacos anabolizantes, con importantes efectos secundarios médicos y psiquiátricos. Las anoréxicas, por su parte, recurren a los diuréticos y a los laxantes.
  • Dieta. Los vigoréxicos consumen cantidades ingentes de proteínas, devorando pollos o adquiriendo preparados en polvo y batidos de en tiendas especializadas, en unas cantidades que rebasan de largo las recomendables para un deportista. Las anoréxicas, muy al contrario, apenas comen y, cuando lo hacen a menudo lo expulsan. Prefieren la fibra vegetal.

Aunque la causa de los trastornos psiquiátricos es siempre compleja y conocida sólo parcialmente, es razonable sospechar que la importancia desmesurada que se concede a la musculatura o a su carencia guarda cierta relación con el machismo y el rol atribuido al varón en la tradición machista.

La vigorexia, en no pocos casos, se asocia a la promiscuidad sexual, a las conductas violentas y de riesgo, al desempeño de actividades laborales relacionadas con la intimidación y el uso potencial de la fuerza, al desprecio hacia los homosexuales…

La exaltación de la virilidad, históricamente, ha valorado cualidades como la fuerza, la corpulencia, el arrojo, la agilidad, la valentía o la combatividad. Ahora bien, ni la Historia ni la Antropología parecen ofrecernos ningún ejemplo comparable de exaltación de la musculatura. Podía valorarse la fuerza como algo útil para el combate o para las tareas del campo, o incluso para ganar concursos de levantamiento de piedras, pero no la musculosidad como un fin en sí mismo, digna de ser disfrutada frente al espejo o exhibida en concursos.

¿A qué atribuir pues esta hornada de Hulks siempre ansiosos por seguir hipertrofiando su musculatura? No parece descabellado pensar que varios héroes cinematográficos de todos conocidos, con musculaturas descomunales y dispuestos siempre a defender a los -y las- más débiles y a su país, han jugado un papel significativo -aún sin ser los únicos responsables, ni mucho menos- en modelar las mentalidades de las que surge el nuevo trastorno.