Guía de la neuroestimulación medular

Guía de la neuroestimulación medular

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Escrito por: La redacción de Top Doctors
Editado por: TOP DOCTORS® el 05/06/2019

La neuroestimulación medular o de cordones posteriores es una técnica mínimamente invasiva para el control del dolor crónico que fue introducida por Shealy en 1967. Actualmente unos 50.000 neuroestimuladores se implantan cada año alrededor del mundo para el tratamiento de diferentes patologías.

Técnica

La neuroetimulación medular consta de los siguientes componentes: 1 ó 2 electrodos, un cable de extensión, un generador de impulsos y un programador externo. Los electrodos pueden tener de 4 a 8 polos y se colocan en el espacio epidural en número de uno o dos. Habitualmente se introducen a través de la piel mediante anestesia local y sedación ya que es el procedimiento menos invasivo. Los electrodos avanzan por el espacio epidural hasta quedar localizados en una región de la médula espinal que recoge la sensibilidad de la zona dolorosa del paciente. Se envían unos impulsos eléctricos, el paciente entonces nota un estímulo parecido a un hormigueo, no doloroso, que cubre la zona afectada por el dolor y busca “tapar” o bloquear los impulsos dolorosos.

A este procedimiento se le llama primer tiempo ya que se dejan los electrodos en dicha zona y por la piel sale un cable provisional conectado a un generador externo. Se programan los parámetros de frecuencia, amplitud e intensidad de los impulsos eléctricos y se instruye al paciente en el uso, encendido y apagado del sistema. Es un periodo provisional de una o dos semanas tras el cual si el paciente ha notado una disminución de su dolor del 50% o superior, junto con una mejoría en su calidad de vida se considera que responde al tratamiento y se coloca un generador definitivo debajo de la piel.

Mecanismo de acción

Existen diferentes teorías para explicar la analgesia producida por la neuroestimulación medular. Uno de ellos es la teoría de la puerta de entrada del dolor, propuesta por Melzack y Wall en 1965. Los impulsos dolorosos procedentes de una zona del cuerpo se transmiten por las vías nerviosas a la médula espinal y de esta al cerebro que nos hace ser conscientes de ese dolor. Mediante impulsos eléctricos que viajan más deprisa que el dolor se puede bloquear su entrada en la médula y mitigar la sensación dolorosa. También la neuroestimulación medular produce dilatación de los capilares (vasos sanguíneos muy pequeños), haciendo que llegue más sangre a las zonas estimuladas.

Indicaciones

Donde más se ha aplicado la neuroestimulación medular es en el llamado “síndrome de cirugía fallida de espalda”, es decir aquellos pacientes intervenidos en una o varias ocasiones en la columna por hernias discales y que no han conseguido un alivio de su dolor lumbar o de la pierna. También se aplica en dolores secundarios a la lesión de nervios, como en casos de neuralgia postherpética, neuropatías periféricas, neuralgia occipitales, distrofia simpático refleja. En casos de obstrucción de las arterias que producen isquemia de las extremidades en aquellos pacientes que no son subsidiarios de más intervenciones quirúrgicas y en casos especiales de angina de miocardio.

Complicaciones

Es un proceso relativamente seguro. La complicación más frecuente es que se muevan los electrodos del sitio adecuado y haya que recolocarlos. También otra complicación es la infección de la herida quirúrgica pero esta es muy infrecuente con las medidas asépticas correctas.

Coste y efectividad

En las observaciones realizadas en pacientes con cirugía previa en la columna, se ha observado que el coste inicial es importante, pero si se consigue un alivio del dolor adecuado es una alternativa a una nueva operación. Además a la larga se disminuye el uso de analgésicos, visitas al especialista o utilización de recursos médicos como rehabilitación.

Conclusión

La estimulación medular ha demostrado en investigaciones metodológicamente correctas una eficacia clínica satisfactoria. Se postula como una alternativa a considerar en casos de pacientes con dolores crónicos difíciles de aliviar, que no responden a tratamientos farmacológicos o de rehabilitación.